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Francisca Olivares, vocación a toda prueba
                                                               Enfermera de 35 años especializada en curación y manejo avan-
                                                               zado de heridas, ha construido su vida y su vocación desde un
                                                               lugar profundamente humano: el amor que recibió de quienes la
                                                               criaron y las huellas que dejaron sus primeras experiencias. Casa-
                                                               da y madre de una hija de un año, es una profesional que entien-
                                                               de los cuidados no solo como una técnica, sino como un acto de
                                                               reparación.
                                                               Hija de madre soltera, creció en Chillán, especialmente junto a
                                                               sus abuelos Flor y Víctor, quienes se convirtieron en figuras fun-
                                                               damentales y llenaron por completo la ausencia del padre bioló-
                                                               gico, que decidió no ser parte de su historia. Ellos fueron su sostén
                                                               emocional, su refugio y el origen de su manera de comprender la
                                                               vida y el cuidado.
                                                               A los nueve años nació su hermano Teo, quien se convirtió en una
                                                               fuente de alegría y un lazo inseparable. Sin embargo, tras el parto,
                                                               su madre cayó en una depresión profunda y Francisca debió asu-
                                                               mir responsabilidades tempranas. Cuidó a su hermano durante
                                                               los primeros meses de vida y se convirtió en su primera conten-
                                                               ción. A pesar de la dificultad, ese vínculo marcó para siempre su
                                                               relación con él, una cercanía que perdura más allá de la adultez.
                                                               El amor, la protección y el ejemplo de sus abuelos la llevaron a
                                                               descubrir su vocación: desde niña supo que quería entregar
                                                               cuidados,  alegría  y  acompañamiento  a  otros,  tal  como  ellos  lo
                                                               hicieron con ella. Nunca imaginó otra carrera. Su tata, hoy de 91
                                                               años, continúa preocupándose por ella. Hoy, además de su labor
                                                               como enfermera especializada, Francisca lidera su propio em-
                                                               prendimiento: Cuidamos de Ti Homecare, un servicio dedicado
        Faviola Aliaga, el teatro como camino de sanación      a la atención profesional y humanizada en el hogar. Desde este
                                                               proyecto integra toda su experiencia clínica con la sensibilidad
        Su vocación la llevó a Santiago, donde estudió teatro en la es-  que ha guiado su historia, ofreciendo cuidados que ponen en el
        cuela de Gustavo Meza, en el histórico Teatro Imagen. Aquellos   centro la dignidad, el bienestar y el acompañamiento cercano de
        años marcaron un antes y un después en su vida: más que una   cada paciente.
        etapa académica, fueron un renacer. Allí descubrió su identi-
        dad artística, desarrolló un lenguaje propio y forjó vínculos que
        posteriormente se convertirían en una familia elegida.
        El teatro no sólo moldeó su oficio; se transformó en una he-
        rramienta profunda de revelación y sanación. Durante un ejer-
        cicio actoral emergió un recuerdo doloroso de abuso sexual
        vivido en su infancia,  un  proceso que  abrió  un  quiebre pero
        también el inicio de su liberación. Acompañada por profesores
        que le brindaron contención, escucha y tiempo, inició un cami-
        no terapéutico, realizó la denuncia correspondiente y comen-
        zó un proceso de recuperación que redefinió su vida. Su histo-
        ria como sobreviviente de abuso sexual infantil dio un sentido
        aún más profundo a su vínculo con el arte.
        Mientras sanaba, su pasión por el teatro se mantuvo intacta.
        Trabajó en diversas compañías teatrales, publicidad, televisión
        y también en docencia, consolidando una trayectoria que re-
        fleja constancia, entrega y un compromiso inquebrantable con
        su oficio. Ha enfrentado dificultades, pero su amor por el esce-
        nario continúa siendo el motor que impulsa su creación y su
        búsqueda.
        Hoy, Faviola Aliaga es una mujer que ha transformado el dolor
        en fuerza, la vulnerabilidad en valentía y el arte en un espacio
        de libertad. Su historia es testimonio de resiliencia, identidad
        y la potencia que tiene el teatro para reconstruir, iluminar y
        acompañar.

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